Aprendí a dejarte entrar sin luchar, ya que
si te quedas o te marchas, será una decisión tuya, la cual yo no puedo ni debo
hacer nada.
Aprendí que sufre más el que lucha, que el
que deja que fluya todo, que las cosas suceden porque sí.
Aprendí que tras esa fachada de persona
segura, dura y madura, se esconde una persona insegura, sensible que lo único
que necesita es poner una sonrisa en su vida, una persona que le haga reír, una
persona que lo/a haga sentir la persona más especial del mundo.
Aprendí que no vale la pena malgastar el
tiempo hablando de personas que no valen la pena, que no hay mejor desprecio
que no hacer aprecio.
“Cigarro
que has encendido,
no lo vuelvas a encender,
amor que has querido,
no lo vuelvas a querer”.
no lo vuelvas a encender,
amor que has querido,
no lo vuelvas a querer”.
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